Me dueles tanto en el alma, que hasta al respirar me afecta. No puedo pestañear sin sentir dolor. Es un horror.
Todo por tu culpa, por tu avaricia, por tu sed de más y tus ganas de tenerme.
Pero también ha sido culpa mía, por mi ingenuidad, mis ilusiones, y la esperanza de que fueses únicamente mio.
Al final, siempre ocurre igual: la que termina rota soy yo, hecha añicos, esparcida como un puto vaso de cristal en el suelo.
Luego se preguntaran porque hiero.
Una parte dice sí.
Sí a sentir, a probar, a lanzarme al vacío, a que me hagas reír y a
que consigas calmarme. Sí a experimentar, a acompañarte y que me
acompañes. Un sí a chillar tu nombre cuando me lleves al enfado extremo o
al éxtasis supremo.
Sí a vivir enganchada a tu mano, y a tener derecho a regañarte. A
contar los lunares de tu cuerpo y pintar sobre el lienzo de tu espalda.
Pero mi otra parte dice no. No al sufrimiento, no a tu forma de
actuar, no a que entres en cólera conmigo o a exponerme ante ti. Es un
no a tu actitud, a tu sentido del compromiso. No a que rompas mi corazón
ajado, al que ya le faltan piezas. No a ser solo otra más en tu balda
de trofeos.
Y no se que pesa más, si el bien o el mal. Si tus palabras o tus miradas, ya no se que pensar.
Me pides que tenga en cuenta tus emociones, pero, ¿te has preocupado tu de las mías?
Prefiero no saber la respuesta, porque como siempre, terminaré siendo
la misma tonta e ingenua, incapaz de ver el mal a su alrededor. Incluso
cuando el lobo esta en mi cama, o cuando noto el cañon de tu revólver
en mi nuca.
Se que vas a acabar conmigo, vas a usarme y después de colgar mis
bragas en tu pared del honor, me tirarás como si fuese una servilleta,
que al fin y al cabo, en tu metáfora lo soy.
Pero aunque me vas a destrozar siento deseos de mirar mas allá de tu
fachada, de curarte las heridas que no justifican tu actitud, de verte
dormir con cara de ángel, y de que me susurres al oído las palabras
groseras, que me toques con tus brazos y apartes el pelo de mi cara,
mientras yo enredo mis dedos en el tuyo.
¿Pero merecerá la pena sufrir por vivir? Porque, no lo niegues, se lo que soy y por mucho que digas que no, también lo sabes.
Solo soy solo un café más de tus mañanas.